Open-access De la educación secundaria a la superior: Dificultades y oportunidades

From Secondary to Higher Education: factors and good practices

Resumen

La transición de la secundaria a la universidad es un momento crucial en la vida de los estudiantes, ya que implica un cambio significativo en sus hábitos, expectativas y responsabilidades. Por esta razón, el presente ensayo de revisión teórica pretende analizar la literatura sobre las buenas prácticas que permiten favorecer la transición de la secundaria a la universidad, con énfasis en los factores que influyen en este proceso. La literatura consultada coincide en que los métodos de evaluación, el apoyo social, la capacidad de autorregulación y el nivel socioeconómico son condiciones que inciden en el proceso de adaptación. Como oportunidad, se resalta la conveniencia de promover buenas prácticas de orientación, sobre todo durante el primer año. Algunas de ellas están orientadas a la cooperación, el acompañamiento y el autoconocimiento, con el fin de desarrollar la confianza necesaria para que esta etapa resulte positiva y se prevenga así el abandono académico.

Palabras clave: Intervención; orientación; educación secundaria; transición; universidad

Abstract

The transition from high school to college is a crucial moment in the lives of students, since it implies a significant change in their habits, expectations and responsibilities, so this theoretical review essay aims to analyze the existing literature on good practices that favor the transition from high school to college, with emphasis on the factors that influence this process. The literature consulted agrees that evaluation methods, social support, self-regulation capacity and socioeconomic level are conditions that influence the adaptation process. As an opportunity, the need to promote good orientation practices is highlighted, especially during the first year. Some of these are oriented to cooperation, accompaniment and self-knowledge, in order to develop the necessary confidence for this stage to be positive and thus prevent academic dropout.

Keywords: Intervention; guidance; secondary education; transition; university

Introducción

La educación superior permite preparar a los estudiantes para el ejercicio de una profesión u oficio, así como para el desarrollo de competencias académicas, científicas, tecnológicas, culturales y sociales (Herrero et al., 2017). Quienes entran en este nuevo nivel pasan por un cambio en el estilo de vida que los lleva desde las aulas familiares del colegio hasta los campus universitarios, donde se despliegan oportunidades, desafíos y descubrimientos. En esta importante etapa definen su proyecto de vida, sus aspiraciones profesionales, así como posibilidades de inserción laboral y social. Las decisiones a tomar van de la mano con una adecuada orientación profesional que facilite la autorrealización y el desarrollo del individuo.

Los egresados del nivel secundario se enfrentan por primera vez a un entorno académico con profesores más exigentes y compañeros diversos. Además, la regulación de las normas en el nivel superior apuesta a la madurez de los estudiantes, lo que implica una mayor flexibilidad para ellos. Esta aparente libertad puede producir dificultades para autorregularse y planificar eficientemente las tareas académicas. Dados los desafíos que genera el tránsito a la universidad, la Comisión Internacional sobre Educación para el siglo XXI presentó un informe a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) donde establece orientaciones para que sean consideradas por los docentes mientras acompañan a los jóvenes al incursionarse en la vida adulta, de modo que ellos puedan conocer y dirigir sus propias fortalezas (Delors, 1996). Esto exige una valoración previa, porque el estudiante necesita tomar decisiones para planificar su vida profesional (Delors, 1996). Lo antes expuesto requiere la aplicación de metodologías de enseñanza y evaluación docente que permitan a los estudiantes de nuevo ingreso adaptarse al entorno, desarrollar habilidades de estudio, gestionar el tiempo y el estrés, entre otros retos que vienen con esta etapa. También, se requiere formular políticas que incentiven el desarrollo de actitudes dirigidas al desarrollo de una personalidad sana, creadora y de respeto así mismo, en atención al autoconocimiento que ello implica para la realización del proyecto de vida (González y González, 2008).

En efecto, orientar en la transición de la secundaria a la universidad es una tarea fundamental para garantizar el bienestar y el desarrollo integral de los estudiantes. Por ello, todos los actores involucrados en este proceso deben asumir un rol activo y colaborativo para orientar a los jóvenes. Bajo este contexto, nos preguntamos: ¿Qué factores influyen en el proceso de transición de la educación secundaria a la superior? y ¿cuáles son los principales desafíos y oportunidades que enfrentan los estudiantes durante esta etapa de transición? De estas inquietudes surge el interés de analizar la literatura relacionada con las buenas prácticas que favorecen la transición de la secundaria a la universidad, con especial énfasis en el contexto latinoamericano. Igualmente, se pretende identificar los principales desafíos y oportunidades que enfrentan los estudiantes en esta etapa y las variables personales, familiares, institucionales y socioculturales que influyen en su adaptación.

De esta manera, en los siguientes apartados se brinda una visión general de la temática, basada en evidencias empíricas y conceptuales provenientes de diversas fuentes bibliográficas. El propósito consiste en ofrecer un marco de referencia para comprender el fenómeno de la transición, así como orientaciones prácticas para diseñar e implementar acciones que contribuyan al desarrollo integral de los estudiantes universitarios.

Se abordará la transición desde una mirada multidimensional, analizando variables personales, familiares, institucionales y socioculturales que influyen en la adaptación de los estudiantes, con el fin de entender las coyunturas y desafíos que enfrentan los estudiantes en el contexto latinoamericano. Si bien la transición de la secundaria a la universidad es un fenómeno global, las realidades y condiciones específicas, como los niveles de desigualdad, la calidad de la educación y las oportunidades laborales, pueden generar particularidades en este contexto. En tal sentido, la revisión teórica que aquí se expone podría orientar la ejecución de buenas prácticas de orientación académica, lo que contribuiría al bienestar de quienes inician su trayectoria profesional.

Factores que influyen en el proceso de transición de la secundaria a la universidad

Las buenas prácticas constituyen acciones y procesos a través de los cuales se han logrado resultados positivos ante la presencia de un problema. Son producto de los conocimientos que se adquieren con la experiencia, convertidos entonces en modelos para ser compartidos al constituirse como pautas que favorecen la transformación, en este caso educativa (Rodríguez, 2008). Así, en los siguientes párrafos describiremos algunos hallazgos de evidencias científicas en torno a las buenas prácticas, junto con los factores que ayudan o dificultan transitar hacia la educación superior.

Según Pérez et al. (2020), la educación superior en Perú está luchando contra altas tasas de deserción y bajas tasas de retención de estudiantes (el 27 % abandona sus estudios en su primer año). Por eso, el propósito de su estudio fue determinar qué factores internos y externos permiten a los nuevos estudiantes adaptarse exitosamente al ambiente universitario. Tras realizar encuestas y grupos focales, los resultados muestran que cuatro factores contribuyen a una adaptación exitosa al entorno universitario: los métodos de enseñanza y evaluación, el sistema de orientación y tutoría, la identificación de carreras y la red social de actividades extracurriculares, respecto a los cuales 8 de cada 10 estudiantes mostraron dificultades para lograr este objetivo, con un desempeño deficiente en una o más materias en su primer año. Los resultados de su investigación arrojaron que el apoyo familiar, las habilidades adquiridas en la escuela secundaria y el rendimiento académico también favorecen este proceso.

Por otro lado, Runte y Pérez (2020) se propusieron comparar la transición de estudiantes de secundaria que ingresan a la carrera de Educación entre una universidad en Brasil y otra universidad en España. Se utilizó un instrumento que contempló las siguientes dimensiones: adaptación al aprendizaje, adaptación a la nueva vida, adaptación a la información, horarios y recursos, además del sentido de autoestima y autonomía. Los resultados muestran diferencias no significativas en la capacidad de adaptarse a la nueva vida y otros factores. Los estudiantes brasileños parecen adaptarse mejor a los cambios, información y horarios, pero tienen menos autonomía y autoestima que los españoles. Por otro lado, los resultados sugieren que la adaptación resulta más difícil cuando estos deben alejarse de su domicilio familiar, como ocurrió en el caso de los españoles. De igual modo, los investigadores recomiendan desarrollar más consistentemente la inteligencia emocional de los estudiantes.

Huaman señaló que el apoyo familiar, de los pares y de la institución, así como la motivación intrínseca, la autoeficacia académica, las estrategias de aprendizaje autorregulado, el sentido de pertenencia y la satisfacción con la carrera facilitan la transición. Lo anterior contribuye a que los estudiantes se sientan más implicados con sus estudios, al igual que incide en desarrollen competencias necesarias para afrontar los retos académicos y personales que se les presentan. En cambio, entre los factores que dificultan la transición se encuentran el estrés académico, la ansiedad, la depresión, el bajo rendimiento, el abandono, la falta de orientación vocacional, la falta de hábitos de estudio, la procrastinación, el aislamiento social y la incompatibilidad entre las expectativas previas y la realidad universitaria. Estas circunstancias pueden generar en los estudiantes sentimientos de frustración, desilusión, desmotivación y desadaptación, hasta afectar negativamente su salud física y mental (Herrero et al., 2017).

El estudio longitudinal realizado por Panadero et al. (2022) se propuso analizar diarios de aprendizaje de estudiantes universitarios de primer año para evaluar cinco variables clave: satisfacción, retos académicos, trayectorias emocionales y motivacionales, y estrategias de aprendizaje. Sus hallazgos revelan que la satisfacción de los estudiantes fluctuó a lo largo del primer año de universidad, disminuyendo durante ambos semestres debido a las actividades de evaluación. Respecto a los retos, los estudiantes inicialmente enfrentaron dificultades con las evaluaciones y la adaptación a nuevas amistades, pero reportaron menos desafíos a medida que avanzaba el año. En cuanto a las trayectorias emocionales y motivacionales, se observó un incremento de la ansiedad y la tristeza acentuadas durante los períodos de evaluación. Además, la vergüenza a participar o involucrarse socialmente fue común al inicio del curso, pero desapareció a medida que los estudiantes se familiarizaban con su nuevo contexto.

Contexto socioeconómico y cultural: un factor determinante

Según Rodríguez-Fernández et al. (2015), el contexto socioeconómico y el nivel sociocultural tienen un impacto significativo en la experiencia de cambio de los estudiantes porque afectan sus oportunidades, recursos, motivaciones y obstáculos. Pérez et al. (2020) explican cómo se da esta incidencia:

  • Nivel socioeconómico: Los estudiantes de entornos socioeconómicos bajos a menudo enfrentan importantes barreras económicas, educativas y culturales para permanecer en la universidad, lo que puede conducir a desigualdad y exclusión social. Esta problemática requiere especial atención por parte de las instituciones educativas y las políticas públicas, con el fin de fomentar la inclusión de estudiantes de diversos orígenes socioeconómicos.

  • De hecho, en un estudio longitudinal realizado por Otero et al. (2021) con enfoque mixto se analizaron los recorridos educativos de dos cohortes de jóvenes argentinos que egresaron de la escuela secundaria en 1999 y 2011, explorando cómo los contextos político-económicos influyen en sus trayectorias hacia la educación universitaria. La primera cohorte enfrentó una fuerte crisis económica y alto desempleo juvenil, lo que resultó en una reproducción de las desigualdades sociales, puesto que los jóvenes de sectores altos lograban una mayor continuidad en la universidad. En contraste, la segunda cohorte, en un contexto de mejores indicadores sociales, mostró una ampliación de las oportunidades educativas, lo que se reflejó en una notable tendencia de jóvenes de sectores medios y bajos a continuar sus estudios universitarios.

  • Capital cultural: Los estudiantes de familias con una amplia formación cultural tienden a comprender y adaptarse a los contenidos y regulaciones de la universidad, así como al desarrollo profesional y las afiliaciones profesionales; lo que les brinda ventajas en su trayectoria educativa y les permite desenvolverse con mayor fluidez en el entorno universitario.

  • Apoyo social: La existencia y calidad de las relaciones sociales de los estudiantes con sus familias, amigos, profesores y compañeros, permite a los estudiantes sentirse bien consigo mismos, tener confianza en sí mismos y ser resilientes. Quienes tienen más apoyo social suelen manifestar mayor confianza, seguridad y satisfacción durante su proceso de transición, así como más recursos para enfrentar los conflictos que puedan surgir (Rodríguez-Fernández et al., 2015).

De todos modos, a pesar de que se han vinculado al éxito en la transición, estos factores no son fijos ni uniformes, pues varían según las condiciones históricas, geográficas, políticas y culturales en las que viven los estudiantes; por ello, es importante tener en cuenta las diferencias y estilos de vida de cada uno de ellos y desarrollar políticas educativas que garanticen la igualdad, la inclusión y la calidad en la educación superior.

Influencia familiar en la decisión de continuar a la educación superior

La decisión de iniciar los estudios universitarios no suele tomarse de forma aislada, sino que a menudo está influenciada por el rol de la familia. La influencia positiva de la familia en los estudiantes se manifiesta cuando esta brinda un ambiente propicio para el aprendizaje, les ofrece recursos materiales y afectivos para su formación, les respeta sus intereses y capacidades, les ayuda a explorar sus opciones educativas y laborales, los anima a perseguir sus metas y sueños y les acompaña en el proceso de transición entre la escuela y la educación superior.

El efecto contrario se produce cuando los padres imponen una opción educativa que no se ajusta a sus preferencias o aptitudes, les presionan para que elijan una carrera con mayor prestigio o rentabilidad económica, les desalientan o desvalorizan sus aspiraciones o logros académicos, les limitan el acceso a información o recursos para su formación e incluso les abandonan o ignoran en el momento de tomar una decisión sobre su educación superior. Debido a esta gran influencia, es importante que la familia reconozca el valor de la educación superior como una oportunidad para el desarrollo personal y profesional de los jóvenes, y que colabore con ellos en la búsqueda de información, orientación y asesoramiento para facilitar su toma de decisiones (Blumtritt et al., 2022)

El entorno más cercano del individuo, formado por sus padres y otros parientes, pone una marca determinante en las acciones de los individuos, y su influencia se refleja significativamente en decisiones como la de optar por una u otra carrera cuando llega el momento de entrar a la universidad. Esa influencia, transmitida en los esquemas comunicacionales y las pretensiones de los familiares, pueden condicionar las inclinaciones de los jóvenes y afectar sus decisiones en cuanto a seguir avanzando en la educación superior (Kim y Hong, 2019). Por demás, cabe aclarar que, de cualquier modo, no se trata solo de imponer un criterio. Cuando los padres se involucran en la toma de decisiones concernientes a la educación, pueden motivar a los jóvenes para interesarse en la preparación universitaria, orientar sus necesidades y darles soporte en la consecución de sus aspiraciones, tanto en lo académico como en lo profesional (Martin et al., 2018).

Buenas prácticas para facilitar la transición estudiantil

Como parte de las buenas prácticas, se recomienda fomentar una cultura de acogida e integración en las universidades, así como implementar programas de orientación, tutoría, apoyo académico y psicosocial para los estudiantes de primer año. Asimismo, se sugiere promover el desarrollo de habilidades socioemocionales y metacognitivas en los estudiantes, así como estimular su participación activa y crítica en el propio proceso formativo (Gutiérrez y Martínez, 2018). El estudio realizado por Panadero et al. (2022) recomienda aplicar estrategias de evaluación formativa como medio para dar apoyo y seguimiento durante el primer año en la universidad. De modo parecido, sugiere enfatizar las estrategias de autorregulación y procesamiento de la información, pues los estudiantes observados tendieron a usar métodos básicos de memorización, lo que sugiere que seguían utilizando enfoques de la secundaria y no se adaptaron de inmediato a las exigencias de la educación superior.

La orientación en la etapa de la educación secundaria por parte de profesionales es de gran importancia en la vida de los adolescentes, puesto que durante esta etapa existe muchísima incertidumbre en estos, al no tener una idea clara que les permita responder a las naturales preguntas que surgen durante la misma e identificar sus verdaderos intereses personales. Gracias a una orientación adecuada, pueden propiciarse las adaptaciones que ellos requieren para las nuevas exigencias de la vida adulta (Martínez-Clares et al., 2014) y es así como el orientador se erige en un agente de cambio que, a través del asesoramiento y el apoyo que brinda a los centros de educación, contribuye con el desarrollo integral del adolescente (García, 2016).

Según las investigaciones de Álvarez-Pérez y López-Aguilar (2017), es importante que los orientadores educativos ofrezcan un acompañamiento adecuado y personalizado a los alumnos que se enfrentan a esta etapa, con el fin de facilitar su adaptación y éxito académico. Algunas de las mejores prácticas para favorecer esta tarea son:

  • Realizar una evaluación diagnóstica de las competencias, intereses, motivaciones y expectativas de los estudiantes, así como de sus necesidades de apoyo y orientación.

  • Diseñar un plan de acción individualizado para cada estudiante, que incluya objetivos, estrategias, recursos y seguimiento.

  • Ofrecer información y asesoramiento sobre las diferentes opciones académicas y profesionales disponibles, así como sobre los requisitos, procedimientos y plazos de acceso a la universidad.

  • Fomentar el desarrollo de habilidades académicas, como la gestión del tiempo, la organización, el estudio autónomo, la resolución de problemas y el trabajo en equipo.

  • Promover el desarrollo de habilidades socioemocionales, como la autoestima, la autoeficacia, la autonomía, la responsabilidad, la comunicación y la convivencia.

  • Facilitar el contacto y la interacción con otros estudiantes, profesores y profesionales que puedan servir de referentes, modelos o mentores.

  • Proporcionar un espacio de escucha activa, confianza y apoyo emocional ante las dificultades o dudas que puedan surgir durante el proceso.

  • Evaluar el grado de satisfacción, logro y bienestar de los estudiantes, así como los resultados académicos obtenidos.

  • Realizar un seguimiento continuo y una retroalimentación constructiva sobre el progreso y los aspectos a mejorar.

En definitiva, se recomienda mantener el acompañamiento durante el primer año de transición y combinar objetivos sociales, académicos y monetarios que se adapten a los perfiles de los estudiantes. Para reducir el impacto que tienen los factores socioeconómicos, se recomienda desarrollar distintas líneas de becas y ayudas económicas enfocadas en el derecho a la inclusión, lo que podría promover la permanencia (Otero et al., 2021). Estas prácticas, junto con las académicas, pueden contribuir a que los estudiantes se sientan más preparados, seguros y motivados para afrontar el reto de la universidad, así como para reducir el abandono o el fracaso escolar, al desenvolverse sobre la base de actividades que les permitan resolver sus problemas. De este modo, la orientación educativa favorece no solamente encaminar al alumno para la escogencia de una carrera, sino que también contribuye con la formulación del plan de vida que desarrollarán en la medida en que promuevan sus habilidades (González y González, 2008).

En definitiva, estudiantes que se hallan en el período de transición educativa hacia la universidad requieren de orientación adecuada que les ayude a adaptarse y aprovechar las oportunidades de aprendizaje que ofrece la educación superior; de lo contrario se pueden generar situaciones negativas que les afecten en el desarrollo de habilidades y destrezas apropiadas para implementar un proyecto de vida, con el subsecuente surgimiento de sentimientos de frustración, desilusión, desmotivación y desadaptación, así como de efectos negativos a su salud física y mental (Herrero et al., 2017; Gutiérrez y Martínez, 2018). Asimismo, se encontró que estos procesos influyen positivamente en el rendimiento académico al ayudarles a definir su proyecto educativo y profesional e, igualmente, a desarrollar las competencias necesarias para afrontar los retos de la educación superior y la adaptación al entorno universitario.

Conclusión

La transición de la secundaria a la universidad es un proceso complejo en la vida de los estudiantes, marcado por cambios significativos en sus hábitos, expectativas y responsabilidades. Según la literatura consultada, varios factores influyen decisivamente en la adaptación a este nuevo entorno. Entre los más destacados se encuentran los métodos de evaluación, el apoyo social, la capacidad de autorregulación y el nivel socioeconómico. En efecto, los métodos de evaluación juegan un papel fundamental, ya que una evaluación adecuada no solo mide el conocimiento adquirido, sino que también promueve el aprendizaje continuo. Esto es esencial para que los estudiantes se adapten a las demandas académicas de la universidad (Pérez et al., 2020; Panadero et al., 2022).

El apoyo social, tanto de familiares como de amigos, profesores y compañeros, es otro factor determinante. Un entorno de apoyo robusto puede aumentar la confianza y la resiliencia de los estudiantes, lo cual les ayuda a enfrentar los desafíos de la transición con mayor seguridad (Rodríguez-Fernández et al., 2015; Álvarez-Pérez y López-Aguilar, 2017). Además, las habilidades de autorregulación, como la gestión del tiempo y la planificación de tareas, favorecen la gestión de las responsabilidades adicionales que vienen con la educación superior (Otero et al., 2021).

Por último, el nivel socioeconómico también tiene un impacto significativo. Los estudiantes de contextos socioeconómicos más altos tienden a tener mayores recursos y apoyo para continuar sus estudios universitarios, mientras que aquellos de contextos más desfavorecidos pueden enfrentar más obstáculos (Otero et al., 2021). En este sentido, es esencial fomentar políticas educativas que garanticen la igualdad de oportunidades y apoyen la inclusión de estudiantes de todos los estratos sociales, no solo al momento de su ingreso, sino para asegurar su permanencia mediante programas de becas, soporte financiero y servicios de orientación (Herrero et al., 2017; Otero et al., 2021).

En definitiva, una buena práctica consiste en ofrecer orientación académica y vocacional continua durante el primer año universitario (González y González, 2008). Esta orientación debe centrarse en la cooperación, el acompañamiento y el autoconocimiento, con el propósito de permitir a los estudiantes desarrollar la confianza necesaria para enfrentar los desafíos académicos y personales. En resumen, para mejorar la transición de los estudiantes de secundaria a la universidad, es fundamental fortalecer los programas de orientación, involucrar activamente a las familias en el proceso, promover la inclusión y la igualdad, y crear redes de apoyo social que faciliten la integración de los estudiantes en el entorno universitario. Implementando estas estrategias, las instituciones educativas pueden facilitar una transición más efectiva, pues el estudiantado recibe ayuda oportuna para superar los retos asociados con este importante paso en su trayectoria académica.

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Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    16 Dic 2024
  • Fecha del número
    Jul-Dec 2024

Histórico

  • Recibido
    04 Ene 2024
  • Revisado
    08 Feb 2024
  • Acepto
    11 Jun 2024
  • Publicado
    16 Jul 2024
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